A los salvadores de la ciudad

El gobierno implica gobernar, hacer y comunicar. No importa cuánto carisma tengan las autoridades si la realidad suele ser adversa. Con salvedades en los regímenes totalitarios que controlan completamente los medios de comunicación, la información oficial en el resto del mundo no es considerada por gran parte de la población.

Artículos y Opinión 01 de abril de 2024 Jorge Roberto Marquez Meruvia
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Debemos recordar que en una democracia, la opinión pública y la opinión publicada tienen un impacto en sus gobernantes. Richard Nixon es un ejemplo de ello, ya que dejó el poder debido a la investigación del caso Watergate realizada por la revista Time y los periódicos The New York Times y The Washington Post. El poder es efímero, y en el caso boliviano, mediante el voto se otorgan cinco años a las autoridades para desempeñar su gestión, tiempo durante el cual deben demostrar su talante y la capacidad de su equipo. Parece que el alcalde de La Paz desconoce esto. 

Gobernar implica la capacidad de relacionamiento entre el Concejo y el Ejecutivo edil. El primer órgano del municipio es el Concejo, en el cual el alcalde tiene mayoría, pero que no controla debido a las rupturas dentro de su alianza, causadas por la fiscalización, la crítica y la corrupción, que son innegables. Hacer se refiere al trabajo de gestión, las obras, el mantenimiento y la prevención. Es muy poco lo que se puede destacar que no sea maquillaje o reinaguraciones como la Plaza Abaroa y otras plazas emblemáticas en Sopochachi. Comunicar es el último paso para demostrar el trabajo del gobierno de la ciudad. Debe ser claro y basarse en los avances de la gestión. La realidad muestra que, ante la incapacidad de gobernar, la falta de gestión (hacer) y una comunicación mal ejecutada, las ocurrencias van desde el programa de radio dirigido por Iván Arias hasta las entrevistas que realiza a los funcionarios de cualquier jerarquía. La imagen de la autoridad se desgasta a diario, desde declaraciones inconexas hasta explicaciones técnicas por los desastres causados por las lluvias, siendo la figura principal en la zona de desastre y un nulo trabajo de imagen, tal como lo pudimos observar con los reclamos de la población por la falta de obras y prevención.    

“Pasivo y desdeñoso, el pachuco deja que se acumulen sobre su cabeza todas estas representaciones contradictorias, hasta que, no sin dolorosa autosatisfacción, estallan en peleas de cantina, en un raid o en un motín. Entonces, en la persecución, alcanza su autenticidad, su verdadero ser, su desnudez suprema, de paria, de hombre que no pertenece a parte alguna. {...} no afirma nada, no defiende nada, excepto su exasperada voluntad de no-ser. No es una intimidad que se vierte, sino una llaga que se muestra, una herida que se exhibe. Una herida que también es un adorno bárbaro, caprichoso y grotesco”. Así describía Octavio Paz en “El laberinto de la soledad” al “pachuco”, descripción que no se encuentra muy lejos de la imagen del alcalde paceño, Iván Arias. En varias de sus páginas podemos modificar la palabra mexicano por alcalde o Arias y nos sorprendería el retrato de la autoridad. ¿Qué hacer? Cuidar la imagen de la autoridad es fundamental y, en caso de ser difícil o imposible, se debe cuidar la imagen de la institución. Para lograr el objetivo se necesita uno o más portavoces, los cuales deben comunicar sin dramatizar. Así podremos conocer los avances de gestión y evitar el desgaste de la imagen del alcalde.            

A los salvadores de la ciudad les queda dejar de lado los anuncios grandilocuentes, la generación de demanda agregada por parte de la población y del mismo alcalde. El exceso de propaganda y dejar de lado la fiesta, el preste, la verbena y la venta de marraquetas. Las ocurrencias con baldes y juguetes no deben volver a repetirse para intentar explicar lo que pasa en la ciudad. De no cambiar, son un ejemplo didáctico de lo que no hay que hacer y del cual pueden aprender los demás niveles del Estado. 

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